Al comienzo del siglo XX, con la aparición de la cinematografía, o cine, como hoy lo conocemos, el mundo entero es seducido. Encuentra el espectador en el cine la magia de poder soñar, sentado en la butaca de la sala del cine, a oscuras, para vivir aventuras épicas, de amor, de bromas y risas, de lágrimas por los dramas, es decir, de emociones intensas que pasan frente a sus ojos, imágenes en movimiento que, como en la música, la ensoñación sucede en el lapso de tiempo que dura la proyección de la película o de la obra musical.

Se crean, entonces, los ídolos que representan a los héroes y heroínas de las historias, los actores son hombres de verdad que el espectador admira, los ama, se enamora de ellos… y la gente quiere algo más, quisiera conservar su imagen, poseerla. A los productores de cine se les ocurre un gran negocio y fabrican, en masa, miles de tarjetas postales con las fotografías de los ídolos que van surgiendo. Esto se lograba gracias a la maravilla de los negativos fotográficos que pueden reproducir una imagen cuantas veces se requiera. Surgen, además de los camarógrafos que filman las películas con la cámara de movimiento, dos categorías de fotógrafos: Los fotógrafos de “still”, que toman la fotografía directamente de la escena en el set cinematográfico; y los fotógrafos de estudio, al que acudían los divos como Rodolfo Valentino, quien su muerte, sucedida en pleno éxito de su carrera, debido a una operación de apendicitis, provocó que cientos de mujeres se suicidaran por el amor que le profesaban.

Colección de postales de 1920 del maestro Raúl Lavista. Foto: Paulina Lavista
Colección de postales de 1920 del maestro Raúl Lavista. Foto: Paulina Lavista

Mi padre, siendo niño, vivió esa época. Fue un verdadero fanático del cine mudo y a su corta edad logró hacerse de una colección de esas postales que aún conservo. En las salas del cine mudo las proyecciones de las películas eran acompañadas por música en vivo, generalmente pianistas, que enfatizaban las escenas culminantes improvisando sobre la pantalla o a partir de una partitura como guión. Es por lo tanto comprensible que mi padre, Raúl Lavista, fuera un exitoso compositor de música para el cine sonoro de 1934 a 1980, habiendo musicalizando la enorme cantidad de 400 películas, especialmente de la llamada “Época de Oro del Cine Nacional”.

En esta ocasión publico algunas de las postales fotográficas de la época del cine mudo que heredé de mi padre, lo asombroso es que fueron procesadas hace más de 100 años y hoy se conservan intactas… (continuará)

Foto: Paulina Lavista
Foto: Paulina Lavista
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